Después de tantos años que he dado terapias, he tenido muchas interesantes historias que me han llenado el alma de energía al conocer tantas bellas personas que me han iluminado con sus vidas.
Tal es el caso de Yenni, una chica que llegó a mi consultorio pidiendo ayuda para saber cómo cambiar su vida, pues le gustaría tener “una vida normal” muy parecida a sus hermanos y seguir el mismo rumbo familiar.
Yenni es una joven de 29 años, tiene una hermana de 33 años y un hermano de 34. Sus dos hermanos están solteros sin hijos.
A ella la han visto como “la hermana anormal”, la que siempre tiene problemas. Para empezar, no se casó, sólo se juntó con su pareja a los 22 años. Se enfermó y estuvo muy delicada a muchos kilómetros fuera de su casa natal.
Ella tiene dos hijas que atiende con mucho cariño y sacrificios, a veces pide ayuda a sus papás o sus suegros. Cuando sus hijos se enferman, tiene que atenderlos a medias porque debe cumplir con compromisos laborales.
Por ser la más pequeña, pensaría que es la que más atención le dan, pero la realidad es que no ha sido así. Sus padres primerizos atendieron a sus primeros hermanos con miedos e inseguridades, pero a la última (a Yenni), la dejaron con más libertad. Yenni hizo uso de su libertad y decidió irse a vivir con su pareja, pues sus padres que siempre estaban trabajando no le ponían la debida atención. Sus padres no aceptaron esa relación, pero no pudieron hacer nada ante la insistencia y seguridad de su hija.
Ese día, ella llegó a mi consultorio con una tristeza en la cara, como quien no quiere vivir. Cuando le di la mano de bienvenida, me regaló una hermosa sonrisa que iluminó todo su rostro. La energía de la experiencia y la vivencia se le notaba en todo su resplandor.
– Dime, Yesenia, ¿Qué te pasa? – le pregunté con seguridad. Su nombre lo supe, porque se registran cuando solicitan su cita. Generalmente me grabo los nombres de mis pacientes antes que lleguen al consultorio, para que les hable por su nombre, así se sienten con más confianza.
– Sólo quiero tener una vida normal – Fue lo primero que me dijo con tono de tristeza. Me contó su historia, la misma que conté anteriormente. Y me agregó además.
– Mis hermanos me critican, dicen que es mejor no tener pareja para no tener tantos problemas; y si tuvieran, controlarían a su pareja para que no les produzca los problemas que a mí me producen. Estoy a punto de terminar mi relación de pareja, sé que esto es motivo de más crítica. Mi hermana dice que nunca tendría hijos, porque son un dolor de cabeza. Yo lo he vivido, definitivamente tiene razón. No sé cómo tomé este camino sin salida. Quisiera recuperar mi vida normal. Por algo me dicen que soy la hermana anormal de la familia.
Estuvimos hablando largamente su situación. Hay muchas personas que no se atreven a salirse del molde ni se atreven a cambiar su estado actual. Prefieren hacer lo mismo de siempre que afrontar la nueva etapa que su vida requiere. Es el caso de los hermanos de Yenni, que no se han atrevido a romper el cascarón, no se han atrevido a tener una pareja estable, no se han atrevido a tener hijos, no se han atrevido a afrontar su nueva etapa, en su lugar sólo critican a su hermana menor porque ella si ha roto el cascarón. Sus hermanos se sienten superiores porque no tienen problemas, porque están estudiando una maestría, porque se ayudan mutuamente…
– Yenni – Finalmente le dije – siéntete dichosa del camino que decidiste caminar. Decidiste romper paradigmas, afrontar cada etapa de tu vida, ganar experiencia y ser una verdadera mujer. Que no te importe lo que digan los demás, porque ellos no tienen las vivencias que sólo tú tienes. Si quieres cambiar para agradar a otros, te harás mucho daño; dedícate a agradarte a ti misma, a seguir tus propios valores y crear tu propio camino aunque sea muy diferente a tu propia familia.
– Quien tiene hijos – continué diciéndole – sabe qué es cuidarlo nueve meses en el vientre, sabe las desveladas que ha pasado cuando se ha enfermado, sabe que las caídas que tiene son dolorosas, sabe que su vida ha tomado el rumbo de la madurez. También sabe qué es el verdadero amor, aunque con errores, decidiste vivirlo. Yenni, has madurado, eso es lo que más importa.
– Quien tiene una pareja – le dije finalmente – sabe qué es afrontar sus miedos, los celos, la infidelidad, el rencor… quien no tiene una pareja no sabe qué es eso, por lo tanto criticará tus problemas porque nunca los ha tenido.
Muchas cosas más le dije a Yenni, porque no puedo creer cómo hay personas que no se atreven a madurar, pero cómo critican los errores de quien si se atreve a madurar. Los hermanos, en lugar de criticar los problemas, deberían ayudarse mutuamente, pero es más fácil criticar cuando se tiene una vivencia corta.
Yenni se dio cuenta que la vida que estaba llevando era su vida normal, era la vida que debía vivir en esa etapa en la que estaba. Así que ya no se arrepentía del camino diferente que había decidido caminar. Comprendió que ha sido valiente, por eso caminaba por rutas distintas a la de toda su familia. Decidió seguir innovando caminos.
Estuve mucho tiempo sin saber de ella, hasta que me mandó un mensaje hace unos días para contarme que la situación con su pareja mejoró y ahora está esperando un tercer hijo. Sus padres y sus hermanos la criticaron, pero ahora entiende que siempre hablaran quienes no tienen su experiencia. No es un hijo esperado, tiene miedo, pero ese es el camino que debe seguir recorriendo.
Le pedí permiso, por correo electrónico, para contar esta historia en este espacio, con una carita antepuesta me contestó “:) cuéntalo todo, que todos sepan lo que es verdaderamente vivir.”